ENTRE SUFRAGIOS UNIVERSALES E IMPOSICIONES INDIVIDUALES DIVAGA LA CARESTÍA DEL HOMBRE
Por Agustón Conchilla
En la semana en curso y en la España de confrontaciones cívicas que en la actualidad nos envuelve se celebrarán elecciones generales-político-conservadoras-laicistas para designar un guía social que nos dirija durante los próximos cuatro años. Presumiblemente se llevará a buen término entre la paz de la consagración cívico-social, la concordia y la visión de antaño, o en busca de amor en carencia y encuentro espiritual con cual otorgar el presunto perdón al errante. Un perdón que pudiera manar al abrigo y a las puertas de la pasión y la veneración a la efigie de la crucifixión que conmemora la festividad de la Semana Santa. Fecha que, ocasionalmente, también abriga la elección de un guía eclesiástico para el contorno del territorio español, y para los tres próximos años. Aunque la diferencia entre unos y otros pudiera palparse en el ambiente enrarecido de conservadurismos y progresistas que los segundos achacan a los primeros: liberales en talante de progreso y perversión de libertad en magnitud pecadora. Y de los primeros a los segundos: conservadores en doctrina de autoritarismo que traba y amordaza por inequidad y censura cívica, social y espiritual al cristiano.
En las elecciones político-sociales de los primeros: demócratas electos en libertad de sufragio universal, se reparten responsabilidades y de resultas se aúnan o se repelen por voluntad popular. No obstante, la decisión mayoritaria que manare de las urnas y de 44 millones de españoles se respeta y en justicia social se acata y se imparte. Cuarenta y cuatro millones de seres humanos en libertad de voto y en clarividencia individual aúnan sus fuerzas sociales que derivan del sufragio universal, a través de cual optan a reanudar al mandatario actual o a cambiarlo por otro guía de más cabida social. Sin embargo, que distante queda la libertad social y moral de los miembros de la cúpula de la Iglesia Católica Española. Cúpula que hoy, 04/03/2008, ha designado a su guía espiritual de entre los pocos y únicos prelados –algunas decenas de obispos- que así mismos se auto dominan en condición celestial para la elección a gobernabilidad en territorio clerical español. Gobernabilidad que ellos aseguran por cerramiento de reducido grupo de entre varios millones de cristianos en desaire de voluntad, de decisión y de voto. La cúpula eclesiástica no cuenta con el fértil prado que la sustenta en contorno y exuberancia de campiña tan provechosa y tan poblada de cristianos que cabalgan en la fe y la montura que a ellos lleva a la grupa.
Para la jerarquía eclesiástica de la Iglesia Católica Española no hay, ni con este nombramiento habrá libertad social ni espiritual, progreso ni modernidad para sus creyentes. Este noble cargo de mandatario “en sufragio universal” ha recaído, una vez más, sobre el máximo conservadurismo eclesiástico, enemigo del progreso y de las libertades sociales: Antonio María Rouco Varela, Cardenal del sacerdocio y Arzobispo de Madrid, designado Presidente de la Conferencia Episcopal Española para los próximos tres años. Tres años en cuales presuntamente dará guerra, aunque me temo que no será para censurar las blasfemias y las confrontaciones sociales que trasmite su propia cadena de radio: COPE, sino al socialismo actual y a Zapatero. Y con ello, previsiblemente, él mismo se aislará o vetará nuevas adhesiones y apartará el interés juvenil, por estancamiento a que la iglesia del hombre primitivo lleva al creyente; mientras la propia iglesia nada en la abundancia del poder, la inequidad y la riqueza.
