
Olivareros de Navas de San Juan.
Bocina para el pan despierta,
entre amanecer y luz diurna,
a las turbas de cara incierta,
que provienen de la nocturna.
Hombre de sacrificio y vara,
entrega de sudor y usanza,
sobre tamiza, tierra y ara,
en necesidad de su crianza.
Entre fríos te ves madura,
aceituneros te derraman,
en recogida y almazara,
donde las prensas te desgranan.
Circula en arroyos de bronce,
líquido y textura que asombra,
por olivas, no extraen ponche,
oro fino en caudal que alumbra.
Vasijas y silos te acogen,
en sabores, gustos y doma,
a que fuera de navas gocen,
suavidad, aceite y aroma.
Poda, pestuga, en rama pende,
para hoguera y trituradora,
que volatizan o las prende,
en llamarada que devora.
Arar suelo en azada sobra,
por motor y desbrozadora,
que zigzaguea como la cobra,
entre tierras y afeitadora.
Los algodones azufrean,
sobre la flor que ya despunta,
entre penumbra que granjean,
semana santa y mayo apunta.
Aceituna en San Juan verdea,
con circunferencia y tersura,
que en verano y calor ondea,
a espera de invierno y frescura.
Hasta las navas va la musa,
disfruta de olivos y siesta,
pero se vuelve muy confusa
porque la marcha le detesta.
Agustín Conchilla