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martes, 16 de diciembre de 2008

A la luz del bilingüismo

A la luz del bilingüismo

Elbio Rodríguez Barilari



A la luz de otros bilingüismos, no cabe más que preguntarse por qué la interacción de español e inglés se vuelve tan problemática en Estados Unidos.

De mi experiencia, debo mencionar que cuando se está en busca de periodistas formados aquí y que sean realmente bilingües, queda claro que esa simultaneidad es efectivamente y (siendo magnánimos) problemática.

Otro tanto puedo decir desde mi experiencia enseñando en la Universidad de Chicago y otras casas de estudio.

La experiencia auditiva a nivel de calle permite reconocer, sin mucha dificultad, que los latinos de segunda generación y nivel socioeconómico no privilegiado, hablan un español dificultoso y un inglés muy peculiar.

Ese espacio, el de la segunda o tercera generación y de nivel no privilegiado es el reino del espanglish.

No es éste el momento de discutir sobre la hibridación y fecundación mutua, oximorónica, entre la lengua de Cervantes y Cantinflas con la de Shakespeare y George Bush.

Pero no es el espanglish la única neolengua mestiza y de nombre gracioso. Personalmente vengo de una zona del mundo, el sur de América del Sur, valga la redundancia, donde no suenan exóticos híbridos como el portunhol y el llopará.

El portunhol es la creativa mixtura entre portugués y español que se habla en las zonas fronterizas que con Brasil mantienen Uruguay, Argentina y Paraguay.

El llopará es una aleación de guaraní y español, vehículo de expresión preferido por más de tres millones de paraguayos, un 80% de la población, aproximadamente.

Para espanto de los puristas —que los hay, los hay— no reputo que el espanglish sea una parte del problema. Más bien, por el contrario, es una parte de la solución. Una solución natural y a veces desesperada de hablantes con más necesidad de comunicarse que de respetar una ortodoxia lingüística que, para decirlo en vernáculo mexicano, vale madres cuando uno lo que está necesitando es hacerse entender.

Otras experiencias de simultaneidad bilingüística y trilingüística que deberían mencionarse son la de español y catalán, español y euskera, español y gallego (para no ofender con la ignorancia a ningún ancestro ibérico), y casos como el de Bélgica, país con tres idiomas oficiales, flamenco, francés y hasta alemán o el de Suiza, con alemán, francés e italiano, o la situación de Holanda y Suecia, donde prácticamente todo el mundo habla inglés perfectamente y ya es lo normal.

En todos esos casos, la condición políglota es un plus, que dirían los estadounidenses. Incluso entre hablantes cultos suele decirse que cuantos más idiomas uno sabe, más sencillo se hace el aprendizaje de uno nuevo.

¿Por qué, entonces, en Estados Unidos hay tanto drama, como diríamos en el Río de la Plata, con esta fricción entre el inglés y el español?

Hace un par de semanas estuvo en Chicago el flamante ombusdman del flamante Buró de Inmigración, nuevo nombre para la vieja Migra. Se trata del hindú Prakash Khatri. Confrontado públicamente con los severos problemas que enfrenta y hasta los disparates que comete esa benemérita institución, el funcionario reconoció: «Tenemos un servicio del tercer mundo en un país del primer mundo».

La respuesta es idéntica, si es honesta, cuando hablamos del sistema educativo.

El esquema usual es que el niño nace y crece en otro idioma, por padres que han emigrado por necesidad y no por curiosidad acerca del sueño americano, y que no han disfrutado de una educación privilegiada. Cuando llega a la edad escolar el infante es sumergido en escuelas inadecuadamente financiadas, con graves carencias de maestros bilingües mínimamente preparados y dentro de un sistema donde los programas son un verdadero caos babélico.

De mi experiencia como periodista y como comisionado delegado en el Comité para la Reforma del Código de Educación del Estado de Illinois, he extraído dos conclusiones principales, pesimistas y resignadas: el caos de los programas y la atomización del sistema educativo son inconvenientes casi insuperables para que se produzca una mejoría real.

Tal como está el sistema le otorga demasiado poder a los llamados Concilios Escolares y al Principal de cada centro de enseñanza.

El muy estadounidense principio de nadie va a saber mejor cómo educar a sus hijos que los propios padres, deja una materia altamente técnica, como la educación, en manos de esos concilios, que, como es lógico, no saben ni jota del tema. Muy American way, pero tremendamente equivocado.

De este modo, la figura del Principal se vuelve demasiado ídem. Cuando el Principal es regular o malo, ni modo, dirían los mexicanos. Cuando resulta de bueno a maravilloso, se convierte en un quijote luchando contra los molinos de viento.

En mi modesta opinión el tema de la educación bilingüe en Estados Unidos, como el de la educación en general, es muy sencillo:

1) Este país tiene que invertir en educación pública un porcentaje de su producto bruto comparable al de las naciones civilizadas del globo.

2) Este país, o al menos cada Estado, tiene que crear un sistema de educación centralizado, con programas centralizados, dirección centralizada y evaluación centralizada, en manos de técnicos y no de administradores nombrados políticamente.

O sea que es complicadísimo, y para nada the American way, ni falta hace decirlo. Pero por la vía actual, ni modo.

................NOTA DE PALMERAL................
Un progreso revolucionario para la economía de los Estados Unidos sería el bilingüismo oficial del ingles /español, es decir, declarar también al español como lengua oficial. Y enseñar en los colegios la dos lenguas a la vez.

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