Por Agustín Conchilla
Desearía expresar mi singular homenaje a Cuba, a sus habitantes y exiliados: conformistas y disidentes de esa magnífica isla que Cristóbal Colón descubriera el 27 de octubre de 1492, y dos décadas más tarde pasara a conquista española y su adhesión a España. Aunque posteriormente, en 1898 fracasarían negociaciones en curso y las autoridades españolas la dejarían en manos de los Estados Unidos de América... Acontecimiento que se daría algunas décadas después del manifiesto de independencia del 10 de octubre del 1868, denominado La Demajagua que derivaría en la guerra de los diez años y en las turbulencias sucesivas… La Cuba ultrajada lo sería por invasiones varias durante mucho tiempo: antes y después del famoso manifiesto, y por piratas, revolucionarios o ejércitos internos y externos… En consecuencia, los cubanos deseosos de paz y libertad sufrirían y aún sufren el yugo económico y social de un pueblo oprimido durante demasiados lustros. Así como la represión y la tortura que ejercieran distintos dictadores; entre cuales entra la ocupación española y también la del exterminador y exiliado en España: Fulgencio Batista, antecesor de Fidel Castro.
Bajo motivación de miseria dimanante de creciente caldo de cultivo en represiva y cautiverio, los cubanos apoyarían la revolución popular-castrista para derrocar a Batista, aunque en compensación disfrutarían de creciente disidencia, cautiverio, hambruna, sometimiento, exterminio y multitud de exilios de hombres y mujeres oprimidos/as y perseguidos/as por los militares de origen gallego-español y de apellido Castro. Y no por uno, sino por dos yugos que aún vetan el bienestar económico y la libertad política y social que presuntamente les condujera a la revolución popular, promulgada por el General Gonzalo de Urbina y dirigida, en parte, por el propio comandante del ejército cubano, Fidel Castro. Aunque no ha de ser menos cierto que los militares cubanos de aquella última implantación comunista en territorio de la “América de las libertades” escondieran la realidad de avispados para lucirse ante una sociedad inculta y oprimida; tanto o más que el toro de Osborne: único ejemplar que como los Castro, aún permanece altivo y muestra su poderío en la soledad de las colinas. Pese a ello, y en contrario a los Castro, la bravía del inerte Miura no embiste al ciudadano, ni obtiene distinción por genocida ni dogma de exhibicionismo revolucionario. Aunque presiento que pasado el tiempo sí vivirán bajo el mismo techo: en la placidez del esplendor de la economía que substraigan de las arcas ciudadanas, para guarecerse bajo un amplio techo nacional que instaurase su bandera actual el 28 de mayo de 1785, bajo decreto real de Carlos III. Con cuya viveza de colores pretendería evitar la confusión de nacionalidad en los barcos españoles. Desde entonces simboliza la nación democrática que acoge a buenos y a malos “humildes y desafectos” bajo ropaje de su digna bandera ROJIGUALDA.
En humanidad suele decirse que los mortales pecamos de egoísmo por imperfección creativa y que nos acogemos al nido del abejorro para sangrar a las masas en falsedad de lucha de clases, con cuales conseguir el único objetivo inicial, incapaz de trascender al fervor sanguinario: el logro del imperio por y para el bienestar particular de los dirigentes enzarzados. No es menos cierto que la historia de la guerrilla de liberación popular de la sociedad cubana de mediados del siglo XX, se convertiría en la consecución de la jaula doctrinal que aún perdura en la sociedad de la actualidad: la de un canario en cantar doblegado en cautividad y alas truncadas. Aunque la liberación de la Isla de Cuba del 1 de enero de 1959 daría satisfacción popular, así como la victoria, la fortuna, las riendas del sometimiento y el derecho a exterminio del opositor, no es menos cierto que la misma historia de la humanidad nos coloca al dictador en situación de carcelario y aunque le cambiemos el nombre y el collar seguirá tironeando de la cadena y amedrentando bajo doctrina de cautividad social…
Después de 49 años de atropellos humanos en Cuba, a ningún plebeyo que se precie le cabrían dudas sobre la cautividad social del momento que proviene de las propias masas oprimidas; como resultado de apoyo a una conspiración para derrocamiento político de otro dictador: Fulgencio Batista. Un dictador que revoca a otro, se acoge a dinastía por derramamiento de sangre bajo fervor de hombres en miseria: carentes de sustento para sus estómagos y de sus familias y no debe considerarse defensor, sino explotador de hambruna por excitación popular de masas hambrientas. Con las únicas miras de ocupar un sillón y someter a su propio pueblo a la consecución de otro dictador, aunque el sustituido viviría grato exilio en la generosidad del dinero extraído a los cubanos, en territorio andaluz que diera origen, partida y embarque hacia el descubrimiento de Cuba por Cristóbal Colón, aunque Batista no se asentaría en la provincia de Sevilla, sino en la localidad de Marbella, Málaga, España…
Agustín Conchilla: aconchilla@ono.com