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domingo, 23 de noviembre de 2008

¿Uribe es Pedro Páramo?


¿Uribe es Pedro Páramo? (Publicado en "Con-Fabulación")
Por Fabio Jurado Valencia *


La literatura alude a la realidad; alude, no la elude, por más que el escritor quiera trascender la realidad en la que habita. Pero lo que hallamos en la literatura no es la realidad empírica, la que vivimos cotidianamente, sino una forma de hacer sentir una realidad. También el lector intenta evadir la realidad práctica, que además le resulta malsana, pues el gran lector, como el gran escritor, es un neurótico y por eso se refugia en la búsqueda de un mundo ajeno. Al lector lo asedia la realidad de la que huye y para comprender aquella realidad literaria se ayuda, paradójicamente, de imágenes que sobrevienen del acontecer inmediato, aunque no se lo proponga: es el inconsciente operando en el acto de la interpretación del mundo.

Por estos días hemos vuelto a leer a Pedro Páramo, la magistral novela de Juan Rulfo, y han resultado inevitables ciertas asociaciones que los estudiantes construyen a partir de la realidad del país: Pedro Páramo, es quien es, porque a su padre, don Lucas Páramo, lo asesinaron en unos acontecimientos bastante ambiguos, pero se infiere que fue por un asunto de tierras. A partir de esta pérdida, en Pedro Páramo, el hijo de don Lucas, se anida "un rencor vivo" y se propone gobernar a Comala a la manera de un caudillo y de un dios de quien dependerá la vida de todos: "Pedro Páramo causó tal mortandad después que le mataron a su padre, que se dice casi acabó con los asistentes a la boda en la cual don Lucas Páramo iba a fungir de padrino…". Y nada se hace en Comala sin la instrucción de don Pedro, el patrón. Como un compromiso con el deber filial, Pedro Páramo decide a quién hay que expoliar, vigilar y castigar; para ello cuenta con Fulgor Sedano, una especie de asesor meloso y a la vez capataz, es decir, un José Obdulio Gaviria, que sabe dónde están las mejores tierras, que para él son ociosas porque las tienen los pobres y los indios.

Los pequeños propietarios de Comala paulatinamente van desapareciendo a través de ardides y de presiones, a semejanza del ejercicio del paramilitarismo: o vende o se va o se muere. Y entonces se pregunta por las leyes; frente a lo cual el patrón responde: "la ley de ahora en adelante la vamos a hacer nosotros…" Y la ley se va ajustando según las necesidades: "…mándalos en comisión con el Aldrete. Le levantas un acta acusándolo de usufruto o de lo que a ti se te ocurra. Y recuérdale que Lucas Páramo ya murió. Que conmigo hay que hacer nuevos tratos". Se pretende también comprar las conciencias a cualquier precio y ofrecer las recompensas, todo en bien de la patria; esa patria de la que dicen los campesinos de Luvina que, como el gobierno, no tiene madre. La iglesia acolita sus ardides, porque "así es la voluntad de Dios", como le dice el padre Rentería a su padre confesor.

La habilidad de un hombre que sabe hacer-hacer (lo propio de la manipulación) le garantiza la permanencia en el poder, no importa con quién haya que llegar a acuerdos, como bien lo hace este Señor, con quienes se han levantado en ese movimiento beligerante sin bandera, y que nos ha recordado las declaraciones del paramilitar Mancuso: "Bueno. Les voy a prestar otros trescientos hombres para que aumenten su contingente. Dentro de una semana tendrán a su disposición tanto a los hombres como el dinero. El dinero se lo regalo, a los hombres nomás se los presto. En cuanto los desocupen mándenmelos para acá".

Tantas familias en ramilletes en los semáforos y en los restaurantes de los pueblos de Colombia, pidiendo una ayuda para comer y para enterrar a sus muertos, parecen confirmar la sentencia de Pedro Páramo: "Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre. Y así lo hizo." Pero las novelas, a diferencia de la realidad, tratan de cerrar la historia, haciendo realidad la ilusión de los lectores, como la manera en que Rulfo muestra el aniquilamiento del patrón: "Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras."

Con la relectura de Pedro Páramo uno vuelve a preguntarse: ¿Cuántos Juan Preciado buscan a su padre en este país de expoliaciones y de engaños, este país de fosas y de lápidas sin nombre? Comala es Colombia.



* Escritor y catedrático universitario. Director del Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional de Colombia

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