HACE 70 AÑOS (1): BAJO UN SOL DE INJUSTICIAS
(ALICANTE VIVO)27mar2009
Miguel Angel Perez Oca, con los hijos del Capitán Dickson
Viernes, 27 de marzo de 2009.
Tal día como hoy, hace 70 años, nuestro puerto se estaba llenando de gente desesperada, mientras en el muelle de levante un marino galés de rostro simpático y atractivo pensaba qué podía hacer para paliar tantos sufrimientos. La guerra se estaba acabando en medio de la debacle de la II República, y master Dickson, capitán del mítico Stambrook, resolvió no pensar en su propia seguridad ni en la de su modesto barco carbonero, y dejar subir abordo a todos los que pudiera albergar. Él era un hombre de bien, un marino honrado, y un marino honrado no abandona a los náufragos en su desgracia. Y la pasarela de su barco fue como un puente de luz que llevó a la salida del infierno a casi tres mil personas.
Son las 9 de la mañana y un señora delgada, inconfundiblemente anglosajona, y un hombre rubio, los hijos de aquel mítico capitán Dickson, se acercan a nosotros en el puerto. Minutos antes hemos visto su imagen en el periódico Información. “Hay gente que nos ha dicho: mi padre se salvó gracias a tu padre, y eso nos emociona”. Los saludamos agradecidos, orgullosos de posar junto a ellos en una foto. Qué maravilloso debe ser que la gente te diga que tu padre fue un héroe, pero no de esos que han ganado una batalla sangrienta, sino de esa clase de héroes maravillosos que salvan personas, cientos de personas, miles de personas, con riesgo de su vida; uno de esos héroes de verdad.
En el autobús hemos ido al campo de Albatera, secarral inhóspito, donde el sol se clava en la piel, como un reproche, donde la nada rodeada de matojos y palmeras esconde, bajo tierra, los huesos torturados de los que no encontraron sitio en el Stambrook y en vano esperaron a otros héroes que los rescatasen. Ellos no sabían, los pobres, que no abundan los capitanes como Dickson. El campo hoy está vacío, aunque en la mente aún perdura el eco de los alaridos y los gemidos de dolor y de muerte. Hay un austero monumento a su entrada y tan solo ha permanecido a través del tiempo una caseta de piedra con techo de uralita, que entonces fue tahona donde se hacía el chusco diario. Se dice que los presos, en los varios meses que allí sufrieron, solo comían pan y sardinas de lata, y que, durante años, una oxidada cordillera de latas bordeó el camino que conducía al suplicio. Los verdugos fascistas fusilaban a los presos junto a las alambradas, a la vista de todos, para que su muerte sirviera de ejemplo y advertencia. Si alguien se fugaba, el que le antecedía y el que le seguía en la lista eran fusilados como escarmiento. Hoy no queda nada sobre los huesos dispersos, someramente enterrados, solo el ánimo sobrecogido de quien adivina el horror que aún gime con la brisa en aquel páramo terrible.
Fuimos después a Orihuela, a ver la casa del poeta. Miguel Hernández sigue de alguna manera vivo entre esas entrañables paredes. Uno puede atravesar la casa y pasar del salón a la cocina de carbón y salir al patio y atravesar un postigo y plantarse ante la higuera más famosa de la poesía española. “Volverás a mi huerto y a mi higuera, por los altos andamios de las flores, pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores…“, parece que aún nos dice el poeta a la sombra del árbol venerable. Mis amigos me sacan una foto que guardaré para siempre. Arnold y Dorotea escuchan con atención cómo varios poetas de Auca recitan los versos. Ellos no entiendes el español, pero la elocuencia y la cadencia de la palabra también los emociona. Julia Díaz Climent cierra el acto con una poesía hernandiana que parece escrita para recordar a los muertos de Albatera, aquellos que no pudieron subir al Stambrook; aquellos que se quedaron en el muelle mientras el corazón de master Dickson se partía de pena por no tener al Queen Mary bajo su mando en lugar de un pequeño, y a la vez tan grande, barquito carbonero.
Nos hemos ido después al Campo de los Almendros y Elena Albajar nos ha explicado cómo será el memorial que pondremos allí tarde o temprano, le guste o no a quien tenga o no que gustarle. Una depresión del terreno con almendros que habrán retornado al lugar de donde fueron expulsados por el voraz ladrillo y la ciudad sicalíptica y artificial. Una depresión que parecerá rescatada por un arqueólogo de la memoria, rodeada de un banco de piedra tricolor, con la bandera que fue enseña de España durante 9 años de efímera democracia, quieran o no los falsos historiadores de la manipulación y la ignorancia. Lo haremos, Elena, lo haremos; que no te quepa duda.
Y al final, una gigantesca paella en el castillo de Santa Bárbara, junto a las inscripciones de los presos en las piedras artilleras. Los hermanos Dickson se asoman a las almenas para ver el mar luminoso y azul y contemplar la ciudad, tan diferente y a la vez tan parecida a la de entonces. “Esa es la plaza de toros”, les digo, y él me contesta: “Ah, la arena…”
Y me voy a casa a descansar un rato. Esta tarde, a las 8, nos hablarán Enrique Cerdán Tato y Marcos Ana en el Club Información. El maestro Cerdán nos contará el fin de la guerra en Alicante, último bastión, ya por segunda vez, de la democracia y la libertad de España. Marcos Ana nos presentará su libro “Decidme cómo es un árbol”, cimentado sobre veinte años de prisión y sufrimiento en defensa de la decencia democrática.Hay días que no se olvidan nunca. Yo nunca olvidaré el día luminoso y mágico en que conocí a los hijos del capitán Dickson.
Miguel Ángel Pérez Oca.
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sábado, 28 de marzo de 2009
"Nanas de la cebolla", de Miguel Hernández. Recita "Palmeral"
El poeta Hernández escribió estas nanas cuando se encontraba en la cárcel de Torrijos en Madrid, cuando recibio una carta de su esposa Josefina Manresa donde le decía que solo comían tono ella como su hijo pan y cebolla.
La terrible historia de Alcatraz
¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca comprendido de otro modo, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?
(Miguel de Cervantes Saavedra, prólogo al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha)
La terrible historia de Alcatraz
El pasado 5 de febrero, a la vez que se realizaba en California la elección primaria para determinar los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, en cada uno de los condados y distritos se llevaron a cabo otras votaciones: aprobación de leyes, impuestos y normas aplicables en cada región.
San Francisco, la mágica ciudad que nació de un sueño, la tierra que sintió estremecer sus entrañas mientras los gambusinos extraían el oro que volvió ricos a algunos y pasó de largo por quienes murieron miserables, epicentro de implacables terremotos y belleza etérea de un cielo envuelto en niebla, esa metrópoli espléndida tuvo una votación sui géneris: sus habitantes decidieron conservar los edificios que albergaron una de las prisiones más legendarias de la historia.
El primer europeo que dejó constancia de su presencia en esa isla fue Juan de Ayala, un teniente de la fuerza naval española que exploró la costa californiana en 1775, usando una embarcación llamada San Carlos. Fue nombrada Isla de los Alcatraces, por las aves marinas que la habitan, de la familia de los pelícanos. La palabra alcatraz muy probablemente viene del árabe y significa “el de andares ufanos”.
Además, hay flores de alcatraz en todos los rincones de la isla.
La primera construcción fue un faro erigido en 1853, en plena fiebre del oro, el primero de la costa del Pacífico en los Estados Unidos.
La penitenciaría se construyó de 1909 a 1912.
Su historia como prisión militar hasta 1934 y cárcel de alta seguridad hasta 1963 está sembrada de espinas: los internos vivían largas temporadas a pan y agua, sufrían el martirio de los calabozos, entre ellos se imponía el código de silencio, el trabajo se consideraba un privilegio y por tanto muy pocos tenían ese derecho, toda la correspondencia se abría, las cartas se censuraban y volvían a mecanografiarse. Escapar era prácticamente imposible, y quienes llegaron a hacerlo, morían en el mar helado, infestado de tiburones.
Entre sus huéspedes ilustres figuran Al Capone, George Kelly y Robert Stroud.
Muchos escritores han dedicado sus mejores páginas a describir la vida tras las rejas de Alcatraz, como Jim Quillen, autor de Alcatraz From Inside, o Jolene Babyak, que escribió Eyewitness on Alcatraz. Esta ensayista y crítica de libros vivió en la penitenciaría dos veces, mientras su padre trabajó como administrador. Para este volumen, Babyak reunió investigación histórica con testimonios reales e información contenida en diversos documentos.
Los libros de la cárcel
Una de las obras magistrales de la literatura hispanoamericana sobre la vida en prisión fue escrita por Manuel Puig: El beso de la mujer araña. La estructura narrativa, en un diálogo totalizador que se realiza casi de manera exclusiva entre dos personajes, permite al lector asomarse a un mundo de sueños y películas recreadas en el terrible espacio de la celda, dándole un toque humano, profundo y doloroso a esa experiencia definitiva.
Personaje mundial, víctima de las atrocidades del régimen soviético, Aleksandr Solzhenitsyn publicó El archipiélago Gulag en 1973, entregando en esta serie de tres tomos una poderosa descripción del sistema de prisiones de la URSS, basándose en una extensa investigación y sus propias experiencias como prisionero en ese campo de trabajos forzados.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
(Fragmento del poema: Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández)
Entre los autores favoritos de todos nosotros está este español, comunista convencido, republicano que en 1939 intenta escapar de la naciente dictadura rumbo a Portugal y es entregado a la Guardia Civil fronteriza, donde es enviado a Sevilla y luego a la prisión de Torrijos en Madrid. Ahí compone sus nanas, versos dedicados a su hijo Manuel Miguel, de apenas unos meses de nacido. El título de la poesía viene de una carta enviada por su mujer en la que le decía que no comía más que pan y cebolla. El poeta murió en la prisión de Alicante a los 31 años de edad, el 28 de marzo de 1942.
El proyecto de Alcatraz
La razón del plebiscito sobre Alcatraz está basado en una propuesta de la Global Peace Foundation, presidida por el Dr. Da Vid, que define Conversión de Alcatraz como un visionario proyecto espiritual que integra al arte, la ciencia, la filosofía y la religión. Su pretensión estriba en derribar la prisión para construir el Centro de Paz, un espacio de arquitectura futurista desde donde se promueva la paz para el mundo.
Da Vid y sus huestes reunieron dieciocho mil firmas a favor de su proyecto, ocho mil más de las necesarias para realizar la votación. Sin embargo, la mayoría de la población sanfranciscana votó en su contra.
Yo estoy a favor de la permanencia de los edificios de la prisión, y de su situación como monumento perteneciente al sistema federal de parques nacionales. Tiene una afluencia de visitantes al año que sobrepasa los 1.4 millones. Van en busca de un pasado terrible, siguen las huellas de las torturas, imaginan la vida tras las rejas. No pueden sino conmoverse, sentir empatía hacia los encarcelados, compasión por los débiles, amor por el prójimo.
Quisiéramos que las experiencias más notorias del ser humano, independientes de su propia vivencia, fueran las provocadas por el arte y la cultura. Que los lectores comprendan y reflexionen. Que vuelen en bandadas de seres libres, con alas de papel, entre páginas llenas de palabras. Que sientan, que lloren, que despierten del sueño al cerrar de nuevo las tapas del libro.
Que se transporten a otro tiempo y un espacio diferente en la oscuridad onírica de una sala de cine. Que abarroten las salas de conciertos para escuchar las grandes obras musicales.
Sin embargo, esto no ocurre en la realidad. No pasa de ser un cúmulo de buenas intenciones. El arte es para muy pocos. Pero el turismo es una buena opción para hacer que las masas recorran los lugares significativos para la historia. De los campos de concentración de Auschwitz a la casa de Anna Frank, podemos revivir una parte, así sea injusta, de la vida de la humanidad, para evitar repetir dicha injusticia en el futuro.
El Palacio Negro de Lecumberri, terrible prisión de la ciudad de México, fue reutilizado como repositorio del Archivo General de la Nación. En sus celdas vivieron Pancho Villa, David Alfaro Siqueiros, José Revueltas y el asesino de Trotsky, Ramón Mercader. El espacio carcelario se ha mantenido, aunque se busca mejorar el ambiente para resguardar los papeles.
Hay expertos en preservación de documentos que se quejan de las condiciones en que se encuentra nuestra memoria, nuestro pasado. Una opción sería construir un edificio adecuado para el archivo y dejar la antigua penitenciaría como monumento nacional, abriendo sus puertas al público.
Una parte del Museo de Arte Contemporáneo Manuel Felguérez está alojado en una vieja cárcel del centro de Zacatecas. Cuando recorrimos sus salas, un custodio nos comentó que un colega suyo había estado preso en esa misma zona, y ahora cuidaba el arte expuesto en la que había sido su celda. Mis hijos, todavía pequeños, comprendieron muy bien lo que era compartir un espacio limitado con otros desventurados, hicieron preguntas, se sintieron liberados al salir. El cielo azul y el viento fresco nos saludaron al regresar a los callejones virreinales de tan hermosa ciudad.
La idea del Centro de Paz es loable e interesante. Ojalá que se logre sin derrumbar el pasado. Que se construya en otra parte de la bahía, que sea el contrapunto a la isla del terror. Que poco a poco, en círculos concéntricos, se difunda el pensamiento pacifista por el mundo.
Deseo que usted, cuyos ojos han llegado hasta esta línea, viva toda su vida en paz. Que nunca usted, ni las personas a las que ama, tengan que pasar una sola noche en el amedrentador espacio de una celda.
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