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jueves, 4 de marzo de 2010
Palmeral crea un nuevo ismo "plantillismo"
Anoche, en el Circulo de Arte Alicantino que dirige y presenta Tomy Duarte en el Ámbito Cultural de El Corte Ingles, tuve la ocasión de escuchar al invitado al mismo: a mi buen amigo y asociado nuestro, Ramón Fernández “Palmeral”. Lo hizo para dar una especie de conferencia-.confesión, de sus principios artísticos y de la evolución desde sus comienzos de su aprendizaje pictórico. Charla distendida y amena, adornada por un sinfín de anécdotas relativas a las vicisitudes de algunos de sus cuadros, vistos desde el punto de vista de su elaboración y de su arribada a las paredes de algún que otro Museo.
A pesar de sus famosos e intelectuales tomates, que ya le caracterizan en el panorama de la pintura alicantina, Ramón está lejos de anclarse a ningún puerto y ha emprendido ahora la aventura de crear algo así como un nuevo” ismo”, al que creo que bautizó como “plantillismo” y que no pude entender de qué se trataba, pues quizá aun no esta tan maduro como sus tomates “pata negra”. Pero todo se andará y estoy seguro, que “Palmeral” saldrá a flote en este su nuevo empeño. Pero también se, que una vez logrado o agotado el tema, volverá al camino de la experimentación porque, a la postre, creo que a Ramón como inquieto y lúcido intelectual, le interesa más el caminar que el llegar. Y en eso está y lo estará siempre.
Carlos Bermejo
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Nota de Palmeral
Quien quiera saber en qué consiste el "plantillismo" debió asistir a mi charla. Por ahora prefiero dejarlo como un secreto profesional.
Lluvia, nieve, desborde de fluviales, inundaciones, tornados...
Lluvia, nieve, desborde de fluviales, inundaciones, tornados, terremotos y crisis: miseria, desesperación y llanto para la población.
El fatídico invierno del año 2010 está azotando en demasía, tanto a las economías ya ultrajadas por la durísima crisis económica, como a las poblaciones más desarrolladas del planeta tierra. Y aunque no quepa clasificación ni merecimiento en desigual por la pena ni por el dolor humano: todos somos iguales ante el dolo y comemos, defecamos, amamos, repudiamos y morimos; la miseria agudiza, aún más, en las capas más bajas de la propia sociedad. Aún así, nosotros, los humanos, criticamos y debemos corregir la maldad que mana del hombre en perjuicio del propio hombre. Pero, sin embargo, qué hacemos o qué podríamos hacer contra la ira y la sinrazón de la naturaleza desbocada…
Es éstas y otras tempestades deberíamos de recordar y preservar la seguridad de los más vulnerables: los impedidos de funciones y de bienestar, expuestos a la miseria que ante cualquier tragedia, a posteriori y a corto plazo, a ellos les agudizaría en desdicha, dolor y sufrimiento.
La gravedad de los lamentables días que vivimos está recayendo, sobre todo, entre otros menos desprotegidos, que de todo hay en la viña del señor, sobre la masa social, ya en sufrimiento. Y aunque no deberíamos de olvidar la imparcialidad de la naturaleza, ni que el dolor y la miseria recaen sobre la multitud de afectados, en general: sin color ni clase. Sí deberíamos anteponer protección a los más débiles, en cuyas almas se depositará un dolor añadido, en el futuro más inmediato. Un dolor que una vez que pase la tempestad, de él y de ellos se olvidará la propia sociedad. En consecuencia, los más débiles e indefensos de las sociedades avasalladas, por la acción de la propia naturaleza, habrán de albergar el infortunio y sufrir la resaca de la tragedia en solitario: entre discriminación, necesidad y llanto.
A las gentes sencillas y necesitadas, posiblemente llegaría el bienestar muy lejano: en desigualdad social y a lo escaso. Buena mayoría de los afectados pertenecen a familias de gentes sencillas, necesitadas, en paro e imbuidas en la miseria del pasado, que ahora y después verán en con-creces recrecida...
Colaboremos pues, con las ayudas económicas y humanas para los necesitados: ahora que el asunto está caliente y la barbarie nos conmueve el corazón. Pero hagámoslo también dentro de unos meses, cuando la crueldad de la miseria se acreciente en los más débiles y la situación ya no sea noticia ni portada en los diarios. Ni tampoco digna de mención en los telediarios y la pena y el lamento primario, sin embargo, pasaría a la sinrazón del desconocimiento, la distancia y el olvido de los ultrajados, por el vendaval y la turbulencia de la climatología...
Agustín Conchilla
El fatídico invierno del año 2010 está azotando en demasía, tanto a las economías ya ultrajadas por la durísima crisis económica, como a las poblaciones más desarrolladas del planeta tierra. Y aunque no quepa clasificación ni merecimiento en desigual por la pena ni por el dolor humano: todos somos iguales ante el dolo y comemos, defecamos, amamos, repudiamos y morimos; la miseria agudiza, aún más, en las capas más bajas de la propia sociedad. Aún así, nosotros, los humanos, criticamos y debemos corregir la maldad que mana del hombre en perjuicio del propio hombre. Pero, sin embargo, qué hacemos o qué podríamos hacer contra la ira y la sinrazón de la naturaleza desbocada…
Es éstas y otras tempestades deberíamos de recordar y preservar la seguridad de los más vulnerables: los impedidos de funciones y de bienestar, expuestos a la miseria que ante cualquier tragedia, a posteriori y a corto plazo, a ellos les agudizaría en desdicha, dolor y sufrimiento.
La gravedad de los lamentables días que vivimos está recayendo, sobre todo, entre otros menos desprotegidos, que de todo hay en la viña del señor, sobre la masa social, ya en sufrimiento. Y aunque no deberíamos de olvidar la imparcialidad de la naturaleza, ni que el dolor y la miseria recaen sobre la multitud de afectados, en general: sin color ni clase. Sí deberíamos anteponer protección a los más débiles, en cuyas almas se depositará un dolor añadido, en el futuro más inmediato. Un dolor que una vez que pase la tempestad, de él y de ellos se olvidará la propia sociedad. En consecuencia, los más débiles e indefensos de las sociedades avasalladas, por la acción de la propia naturaleza, habrán de albergar el infortunio y sufrir la resaca de la tragedia en solitario: entre discriminación, necesidad y llanto.
A las gentes sencillas y necesitadas, posiblemente llegaría el bienestar muy lejano: en desigualdad social y a lo escaso. Buena mayoría de los afectados pertenecen a familias de gentes sencillas, necesitadas, en paro e imbuidas en la miseria del pasado, que ahora y después verán en con-creces recrecida...
Colaboremos pues, con las ayudas económicas y humanas para los necesitados: ahora que el asunto está caliente y la barbarie nos conmueve el corazón. Pero hagámoslo también dentro de unos meses, cuando la crueldad de la miseria se acreciente en los más débiles y la situación ya no sea noticia ni portada en los diarios. Ni tampoco digna de mención en los telediarios y la pena y el lamento primario, sin embargo, pasaría a la sinrazón del desconocimiento, la distancia y el olvido de los ultrajados, por el vendaval y la turbulencia de la climatología...
Agustín Conchilla
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