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miércoles, 21 de enero de 2009

Duermes... poema de Jorge Guillén, recita Ramón Fernández

Débil del alma, de Pablo Neruda, recita Ramón Fernández


"Débil del alma", es el primer poema de "Residencia ne la tierra" de Pablo Neruda. Recita "Palmeral"

Qué es para mí pintar

Pintar no es darle a los pinceles como una locomotora, por no decir como un loco atrevido. Pintar es quizás, algo más, es materializar la poesía, pintar es hacer metáforas con colores, llevar la idea más allá de la realidad, hacia el interior de los mundo visibles e invisibles, posiblemente en el arte contemporáneo se valora mucho descubrir el mundo invisible, el mundo de los sueños, por ello, el surrealismo nunca decaerá, porque es otra parte de la irrealidad, la irrealidad sostiene varias columnas de la vida y del concomiento subjetico que también es parte de nosotros. La belleza en la pinura no es que haya muerto, es que no es esencial o lo más importante, porque también existe lo no bello, el abstracto o el vertice de las cosas. Ahora lo importante no es copiar la realidad, sino interpretarla, metáforas de emociones.

Todo esto es teoría y está muy bien, sin embargo, hace más de diez años, mi amigo y maestro Fernando Soria (maestro de la luz levantina) me dijo, que yo pintaba muy bien, pero que en mis cuadros no estaba yo, y le pregunté y eso que quiere decir, esto quiere decir, que en cada cuadro debe estar tú, tu huella, que no es más que el estilo, el temperamento. En cada cuadro uno tiene que dejar parte de sí, el espectador tiene que verte en cada cuadro como si fuera un espejo. Déjate de pintar a gusto del público y deja la impronta de tu huella, de tu estilo. Y esto se logra con el trabajo, la prueba y la innovación, renunciando muchas veces a lo que te gustaría pintar.

Más o menos menos significa como dejar tu sangre, tu piel en cada cuadro, enseñar tus banderas y que el público te reconozca en cada cuadro. Tú presente en cada cuadro sin estar tú presente.


(Palmeral), enero 2009

Un golpe de Pop Art en la Casablanc

Un golpe de Pop Art en la Casablanca

La reciente elección de Barack Obama como nuevo presidente de los Estados Unidos ha roto muchos tabúes. Y no sólo políticos. Su imagen abierta al cambio ha tenido una réplica en el mundo del arte, que se enfrenta a la influencia de un nuevo icono de masas. Así, junto con las múltiples versiones que se han hecho de su imagen, es posible encontrar por primera vez un retrato surgido de forma espontánea de la mano de un artista, Shepard Fairey, engrosando el tradicional elenco de presidentes de la National Portrait Gallery (Washington). A medio camino entre el cartel de propaganda política y los retratos de Warhol, esta obra ejemplifica en clave pop algo que ya es indiscutible: el nacimiento de un mito.


Desde Jefferson hasta George Bush el repertorio de imágenes que conforman la galería de retratos de Washington es terrorífico, por lo adusto y aburrido. Algo normal, por una parte, si se tiene en cuenta que la intención del retrato de corte institucional, en todas las épocas y países hacia los que se mire, ha sido siempre la de inspirar respeto y distancia en el espectador/votante/súbdito. Pero Obama ha roto moldes, de nuevo: el retrato realizado por Shepard Fairey muestra a un presidente de colorista inspiración; el Pop Art ha hecho su aparición en la National Portrait Gallery, marcando un nuevo hito en los anales de la Historia del Arte.


No todo son diferencias sin embargo: a pesar de que Fairey ha confesado su escasa inclinación hacia la denuncia política, y en menor medida social (algo extraño en un graffitero), las reminiscencias del arte propagandístico de corte militar son claras en esta obra. El antecedente más directo lo encontramos en los carteles empleados como medios para avivar las conciencias dormidas durante la Revolución Rusa (véase Guerra civil en España, o I Guerra Mundial en Alemania). Una influencia a la que le han sido añadidos los tonos poppies de una bandera americana que vincula directamente el retrato en la mente del espectador con la idea del patriotismo americano, junto con la modernidad y el optimismo de rompedores de normas del calibre de Warhol o Linchestein.


Lo urbano, la cultura de masas, los iconos populares; cada uno de estos elementos, que podemos encontrar en la gestación del "Obama" de Fairey, entroncan además con la idea buscada por la campaña del recién electo presidente, algo que supieron aprovechar en su momento constituyendo este cartel, surgido de forma independiente, en imagen electoral. Y, en un paso más en el camino "de lo popular a la fama", el artista que lo ideó ha podido ver como su obra ha pasado a formar parte de un patrimonio formado por un género tan tradicional como es el de los retratos de líderes políticos. Shepard Fairey concluye así una trayectoria en continua inestabilidad entre la responsabilidad y la comercialización, el arte revulsivo y el mercado, y la imagen de Obama se suma a la lista de grandes iconos americanos, en una réplica irónica del muy conocido y nacional Tío Sam de J. M. Flagg.

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