Por Ramón Fernández Palmeral
¿Qué entiendo yo por “Mi liberalismo”?
Ser un espíritu tolerante y respetuoso con las ideas de los demás, agnosticismo religioso por convicción de la realidad social y natural, tener ideales progresistas y rodearme de gente positiva. Discrepo de todo, de un Dios que se comporta como los gobernantes (creado a su imagen y semejanza), de una leyes no igualitarias (no creo en la Justicia -dirigida por los gobiernos de turno-), no creo en el capital porque no dignifica al hombre sino que le embrutece, no creo que el comunismo sea la solución para los pobres, no creo en la sociedad de consumo, ni en la democracia (tampoco en las dictaduras).
Tras muchos años de ver, oír y leer, uno ha de llegar a tener ideas propias, unas de izquierda, otras de derecha y otras de centro, incluso, a veces anarquistas porque también tienen ideas aprovechables. ¡ALTO, PELOGRO! Este tío tiene ideas propias, a por él, porque se supone que es un antisistema. No me dejo manipular por los fanatismos ni por los manipulados discursos políticos. He comprendido que los políticos son fanáticos, pasan por encima de los demás, su idea es separar a los ciudadanos hacia su proyecto político, para poder mandar (poder), que es lo único que le interesa, mandar aunque sea engañando.
Uno llega al liberalismo por propio convencimiento, rodeados de peligros ideológicos, el fin supremo de un gobierno es tendera a la unificación de los pensamientos, que todos pensemos igual va contra los derechos individuales de su propia emancipación, como nacionalistas fanáticos, así ellos logran que los votantes no tengan ideas propias sino las generales. ¿Como sabremos si las ideas son verdaderas o falsas?, sólo dudando.
No soy antipatriota, lucho y he luchado por la gloria de España, por la lengua común. Soy partidario de la diversidad y que cada cual hable el idioma que mejor le cuadro, que te gusten las artes como medio de expresión del hombre, si límites, pero con respeto a los demás. Un liberar es una persona pacífica, que necesita su espacio de creación, de expresión de demostración, de cultura.
Por el liberalismo no cambiarás nada, sino que engrandecerás la república del individuo, aumentarás la capacidad de autocrítica, y serás más consecuente contigo mismo. Un liberal no es aquel que se mete en su cascarón de caracol, sino que viaja, lee de todo, está abierto a todo, pero sabe muy bien lo que quiere y busca.
Los peligros del mundo están todos ahí fuera, las drogas (alcohol y tabaco incluidos), la prostitución, el libertinaje, el botellón, la ronda nocturna, el juego, los coches, las motos, los encierros de San Fermín, pero uno es libre de tomarlos o no tomarlos, libertad de elegir. Yo no prohibiría nada, sino que cada cual debe estar educado y capacitado para rehuir, renunciar, rehusar, elegir, decir no, esto no lo quiero o esto no me conviene.
Tampoco quiero que nadie me obligue directa o indirectamente a hacer algo que no quiero, que no me parece bien o que no estoy dispuesto a aceptar. Por ello el ser humano debe estar auto-preparado (autoeducado) para poder librarse de los acosos político, sociales, laborales o amistades inadecuadas. Al liberalismo no se llega por inducción sino por convicción.
Es decir, el liberalismo es un territorio de la realidad empírica del individuo, nunca impuesta sino que uno llega a él a través del convencimiento. A la vez existen múltiples tipos o modos de liberalismo.
Una de la normas del liberar es oír y dudar, analizar y actuar en consecuencia. Porque no hay una verdad absoluta, detrás de toda noticia, discurso, propuesta o actitud, detrás de ello se esconde una mentira o una no verdad o una medio verdad, y esa mentira es la que hay que descubrir para, primero, no dejarse engañar; segundo, para tomar la decisión propia más adecuada al yo.