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domingo, 22 de febrero de 2009

Miguel Hernández, último desprecio

Arrebatos /Por Marino Sánchez Soler


Miguel Hernández, último desprecio

Desde hace meses vivo completamente sitiado por la figura de Miguel Hernández. Mi amigo José Luis Ferris está escribiendo una biografía sobre el poeta que romperá muchos tópicos e inercias interesadas. Es la primera visión panorámica, independiente y contrastada hasta el mínimo detalle, que se ofrece de Miguel Hernández Gilabert. Y sorprende que, cuando tantos estudiosos viven y diseccionan la obra de los poetas muertos, después de tantos libros y poemas inéditos desvelados, nadie se halla planteado esta tarea global hasta hoy. Quizás tenga razón Lucía Izquierdo, la nuera del poeta, cuando dice que la figura de Miguel sigue siendo incómoda para muchos. Por fortuna, las palabras de Hernández siguen presentes en el arte y la voz de numerosos creadores. Se vive un momento de interés hacia su obra y su vida. En Orihuela y Madrid, TVE ha rodado un serial dramático sobre la vida del poeta; una obra de teatro conduce estos días a Miguel hasta los escenarios. El 2002 será sin duda un año hernandiano mientras los poderes públicos miran hacia otro lado.

En un disco recién editado, Manuel Gerena canta con Miguel Hernández, en una obra impetuosa. «Querido Miguel -escribe Gerena-, tu verso profundo lo sonoriza mi voz en la jondura del cante flamenco». Granadinas, malagueñas, peteneras, cartageneras, martinetes... sobre versos de El Niño yuntero, de Viento del pueblo, de Sentado sobre los muertos... Y como regalo impagable, la voz real del poeta, sacada de una vieja y única grabación parisina, nos recita su Canción del esposo soldado, y se hace próximo, vital, humano; más allá de los símbolos y las iconografías, con un encuentro memorable.

Ayer mismo, José Luis Ferris terminó de redactar su investigación histórica, escrita con la pulsión de quien, además de narrador, es poeta. Y de los buenos. La pasión creativa y la contundencia de documentos y testimonios están garantizadas en un libro necesario que despertará la polémica y que los lectores agradecerán muy pronto, en cuanto lo tengan entre sus manos. Me consta. José Luis con su libro y Gerena en su cante, sitúan la figura de Miguel Hernández en el lugar fundamental que le corresponde. Y de alguna manera, con sus aportaciones, hacen justicia con un gran poeta a quien Alicante y Valencia jamás hicieron caso. Por no hablar de la Orihuela de las sacristías, donde siempre fue estigmatizado por comunista y cuyo obispo Almarcha demostró que sólo le preocupaba que claudicara de sus convicciones para salvar su alma. Entre todos lo dejaron morir. Esa es la historia. Los vencedores impusieron su violencia. A cambio de ofrecerle la libertad, quisieron que repudiara parte de sus poemas, que rechazara Viento del Pueblo e incluso que quemara los ejemplares de sus libros. Le pedían un público arrepentimiento de sus ideas y de su obra. Tenía que renunciar a ser él mismo si deseaba la libertad.

Hoy, estos hechos del pasado, oficialmente superados por la historia, parece que siguen fastidiando a nuevas generaciones de prohombres. De lo contrario, no se entiende lo que está ocurriendo con la figura del poeta, con el deterioro físico de su legado, con la Fundación Miguel Hernández. No se comprende el desprecio que, desde hace años, sufre la memoria viva del único gran poeta en lengua castellana, incontestable, que ha parido esta tierra. De seguir así, su legado, sus manuscritos, sus retratos y pertenencias (protegidos por Josefina Manresa, contra viento y marea, escondidos a los registros de la Guardia Civil, y a la soberbia de los inquisidores nacional-católicos) acabarán depositados en Madrid, en la Residencia de Estudiantes o en alguna entidad con visión de futuro y amor a la palabra. Mientras tanto, en la Comunidad Valenciana seguiremos haciendo el ridículo.

Aunque a veces el complejo de culpa se transmite de generación en generación, aquí nos hallamos ante un caso clínico de miopía política; ante una expresión del sectarismo cultural con el que ciertos personajes públicos demuestran su propio desconocimiento. ¿No será que quienes tienen que tomar las decisiones desconocen la obra de Miguel Hernández? ¿No será que no han leído al poeta?. Por si acaso, y como terapia frente al despropósito, recomiendo a los responsables de este desaguisado una aproximación a sus versos. A lo mejor así descubren a un ser humano que fue capaz de convertir la tragedia en arte y el dolor en belleza. Ahí está su poesía amorosa, intensa, cargada de verdad y universalidad. A sus 31 años nos dejó una obra intensa, con dos libros fundamentales en la poesía española del siglo XX: El rayo que no cesa y Viento del pueblo, un testamento desgarrador: Cancionero y romancero de ausencias, y una vida de hombre bueno, honrado y orgulloso. Como él escribió: «Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas». Algunos no se han enterado todavía. Pobres.
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La biografía

José Luis Ferris es uno de esos escritores capaces de convertir cualquier encargo en una obra personal. Su pasión por la literatura le lleva a implicarse hasta el fondo. Le pidieron que escribiera una biografía divulgativa de Miguel Hernández; que a través de doscientas páginas diera a conocer la figura humana y literaria del poeta de Orihuela, tan secuestrada durante años, tan desdibujada entre la ideología y la familia, pero él ha llegado más lejos.

Se puso manos a la obra, y su biografía, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, editada por Temas de Hoy, se transformó en una investigación de quinientas páginas que desentraña la vida de Miguel, que habla de tú a la generación del 27 y denuncia a los destacadísimos cómplices de su muerte. Algunos dioses han caído bajo la fuerza certera de este libro valiente, documentado, recomendable y polémico, que desborda los ámbitos especializados con su relato vital.

Por sus páginas discurre la intensa aventura de un poeta del pueblo, un poeta soldado, comprometido en la causa republicana. Ferris ilumina los rincones oscurecidos hasta ahora por todo tipo de intereses. Los verdaderos amores de Miguel Hernández, sus años de escolarización, el papel exacto de su viuda Josefina Manresa, la sucia actuación carcelaria del obispo Almarcha, la fobia que provocaba en Lorca y Cernuda, los enfrentamientos con Alberti... Un libro apasionante y apasionado que ha sacado a Miguel de las necropsias académicas para devolverlo a nuestras vidas.

La ciudad transparente

Alicante, 2003

Mariano Sánchez Soler

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