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viernes, 27 de febrero de 2009

MIGUEL HERNANDEZ Y CUBA

(El lápiz de Miguel, por Palmeral, 2003)
MIGUEL HERNANDEZ Y CUBA


MIGUEL HERNANDEZ Y CUBA
Miguel Hernández y Cuba
El poeta recibe el homenaje de Cuba en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
La Habana se puebla de aires valencianos, se precipita sobre la bahía, y busca el sol levantino, aunque sólo el invierno cálido del Caribe responda a tales reclamos. Sin embargo, un ser luminoso, nacido en Orihuela, caído por la poesía y su pueblo, en las cárceles franquistas, luego del revés sufrido por la segunda república, al concluir la guerra civil, se instala en nuestras calles, y habita desde la memoria tardes y voces, en las Jornadas Hernandianas, que se desarrollan en esta ciudad que pudo ser la suya, imantada por la pasión y el amor, así regresa a nosotros Miguel Hernández.

Quizás no haya, en la poesía hispana, un verso más intenso para hablar del amor entre un hombre y una mujer, conmovidos los dos ante el hijo que late en el cuerpo como semilla que es ya viva, y es la verdad profunda que el escrito por Miguel Hernández a su esposa, Josefina Manresa: "He poblado tu vientre de amor y sementera/ he prolongado el eco de sangre a que respondo/ y espero sobre el surco como el arado espera:/ he llegado hasta el fondo".

Son nanas que brotan del corazón de un padre ante la miseria que padecen sus hijos, testimonio del amor compartido, encarnado en su semilla, por su mujer y por este poeta que fue pastor de cabras, el mismo que nos dejó los más espléndidos poemas, desde la apropiación del idioma de los clásicos, de manera autodidacta, y que se irguió en las trincheras, para escribir canciones y versos, los que se editaron en medio de la guerra y al ritmo de la pólvora, con el título de Vientos del pueblo.

Ese hombre amoroso, creador de algunos de los sonetos más límpidos de nuestro idioma en su cuaderno El rayo que no cesa, el mismo que ingresó como soldado raso en las fuerzas republicanas, en los días aciagos de la guerra civil española, que fue compañero de armas del cubano-puertorriqueño Pablo de la Torriente Brau, con quien compartió anécdotas, vivencias, combates y esperanzas en la defensa de Madrid y al que cantó, cuando cayó el capitán y comisario de las milicias populares en su "Elegía Segunda".

Nacido en Orihuela, en una familia campesina, vivió Miguel su infancia como campesino y accedió a la cultura, a libros y letras ya en la adolescencia para devorar, como lo hizo con su paisaje valenciano, el legado de las escrituras de los clásicos de los siglos de Oro, tanto en su vertiente poética como en su teatro, y entregar a la literatura española uno de los mayores momentos de su historia, no como miembro de la llamada generación del 27, del que fue amigo y admirador, sino como un creador singular, ajeno a cualquier mimetismo que conoció del frío en las sierras y vivió las balas y apuró sangre y heridas hasta caer, luego de la victoria franquista y del colapso de la segunda república, y ser prisionero del fascismo.

Entonces, y a pesar de las múltiples gestiones realizadas, padeció la cárcel donde murió, en 1942, con sólo 31 años de vida, mientras su primer hijo moría de hambre, entre los escuálidos brazos de su madre, y el segundo recibía del amor paterno aquellas hermosísimas "nanas" de las cebollas que, mucho tiempo después, serían cantadas por el catalán Joan Manuel Serrat.

La libertad y la justicia, el pan siempre anhelado por el hambriento y el amor fueron los temas esenciales de este inmenso poeta, uno de los más espléndidos exponentes de la poesía amorosa en lengua castellana:

"Mujer, mira una sangre, mira una blusa de azafrán en celo,/ mira un capote líquido ciñéndose a mis huesos/ como descomunales serpientes que me oprimen/ acarreando angustia por mis venas./.../ ¡Ay que ganas de amarte contra un árbol,/ ay que afán de trillarte en una era...".

Ahora Miguel Hernández, recibe el homenaje de Cuba y de sus poetas, en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, que dirige el poeta y cineasta Víctor Casaus, en las Jornadas Hernandianas, a las que me he referido y que se desarrollarán en Cuba, desde el 4 al 8 de febrero, con el coauspicio de la Fundación Cultural Miguel Hernández, de Valencia, dirigida por Juan José Sánchez Balaguer, ocasión feliz para que se produzca, también, un momento de alta emotividad, al presentarse la edición facsimilar del Homenaje a Miguel Hernández, publicado en La Habana, en 1942, a los diez meses de la muerte del poeta en las cárceles, al concluir la guerra civil, tributo conjunto de los intelectuales cubanos y los exiliados españoles.

Esta auténtica "rareza bibliográfica", de 48 páginas y que aparece ahora con la introducción del filólogo Aitor L. Larrabide, cuenta con los originales de Nicolás Guillén, Enrique Serpa, Félix Montiel, Juan Chabás, Juan Marinello, Angel Augier y José Antonio Portuondo. Con este tesoro editorial se abre el coloquio sobre Miguel Hernández y Cuba, en presencia de Ruth de la Torriente Brau, hermana de Pablo y del Premio Nacional Ángel Augier, único sobreviviente de aquella pléyade de intelectuales cubanos que rindieron tributo a Miguel Hernández, hace más de medio siglo.

En el 2010, se festejará el centenario del natalicio de Miguel, cuyo busto se devela, en nuestro país, mientras se declara a la Sala Majadahonda, del Centro Cultural Pablo de la Torriente como "enlace" entre Orihuela y La Habana, en una jornada que no se reduce a breves días, sino que se proyecta hacia la celebración que su pueblo y el nuestro asumirán también dentro de dos años.

Con la constitución del Círculo Hernandiano, y la apertura de la exposición de carteles Miguel Hernández / Viento del pueblo, en la que participan doce diseñadores gráficos cubanos, comenzó este retorno del lírico valenciano a La Habana que le rindió tributo y que él conoció, gracias a las imágenes evocadoras que le narraba, en las trincheras y en el batallón, nuestro Pablo.

Por eso, en la institución que se dedica a la vida y la obra del autor del Presidio Modelo, de aquel periodista que abandonó la pluma y empuñó el fusil hasta caer en las sierras madrileñas, se produce este encuentro de intelectuales de Cuba y España, quienes reflexionan y dialogan sobre la poesía hernandiana y sus relaciones con las letras cubanas.

Por Mercedes Santos Moray


04-02-2008
Fuente: Cubarte

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