Por Juan Antonio González
Cuando Elpidio salió de su casa muy de mañana, antes que saliera el sol, no sabía si regresaría o no al fin de la jornada: era beviernes , día por excelencia de chelas, albures y bares. Claro que a veces (casi siempre, es decir) le seguía con sabadito alegre, o sabadrink como dirían los gringos de la maquiladora; y siguiendo tradiciones y costumbres, hasta el dormingo podría constituirse en secuela de la jornada labioral. Eso del glu…glunes , sin embargo, no comulgaba ni con su religión, ni con sus ideas: la raza se reventaba el lomo toda la semana para aspirar a un fin de reventón y juerga. Era entonces cuando el Parto de Baco se convertía en hogar, confesionario, club de apuestas, luego… club de “apestas”, y finalmente, hasta un “beodo indecente… ya no le sirvan…mándenlo al carajo, pos’ qué leña…”, se dejaba escuchar.
seguir leyendo (es muy bueno)
Cuando Elpidio salió de su casa muy de mañana, antes que saliera el sol, no sabía si regresaría o no al fin de la jornada: era beviernes , día por excelencia de chelas, albures y bares. Claro que a veces (casi siempre, es decir) le seguía con sabadito alegre, o sabadrink como dirían los gringos de la maquiladora; y siguiendo tradiciones y costumbres, hasta el dormingo podría constituirse en secuela de la jornada labioral. Eso del glu…glunes , sin embargo, no comulgaba ni con su religión, ni con sus ideas: la raza se reventaba el lomo toda la semana para aspirar a un fin de reventón y juerga. Era entonces cuando el Parto de Baco se convertía en hogar, confesionario, club de apuestas, luego… club de “apestas”, y finalmente, hasta un “beodo indecente… ya no le sirvan…mándenlo al carajo, pos’ qué leña…”, se dejaba escuchar.
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