ENTREVISTA A JORDI DOMÉNECH. FILÓLOGO Y AUTOR DE

ENTREVISTA A JORDI DOMÉNECH. FILÓLOGO Y AUTOR DE
"Machado siempre admiró las obras de Azorín, Miguel Hernández y Miró"


En el 70 aniversario de la muerte de Antonio Machado en el exilio, el filólogo catalán afincado en Altea, Jordi Doménech, ha publicado dos estudios sobre el poeta de "Campos de Castilla" que prueban la admiración de Machado por Azorín así como de otros autores como Miguel Hernández y Gabriel Miró, que se desconocían con detalle hasta el momento. "Escritos dispersos" y "Espitolario" descubren al lector nuevos datos sobre la figura de Antonio Machado

JUANJO PAYÁ ¿Qué novedades aporta sus dos libros "Escritos dispersos" y "Epistolario" al conjunto de la obra investigadora de Antonio Machado?

El volumen de "Escritos dispersos" (1893-1936) de Antonio Machado, con una excelente "Introducción" del profesor y amigo Carlos Blanco Aguinaga, reúne todos los artículos en periódicos y revistas publicados por Antonio Machado hasta el inicio de la guerra civil en 1936, además de sus conferencias y discursos, prólogos a obras propias y ajenas, entrevistas... Este volumen habrá de completarse con los "Escritos de la guerra que estoy preparando". Por su parte, el "Epistolario" recoge todas las cartas conocidas de Antonio Machado: son en total 221 cartas, todas ellas cuidadosamente transcritas de sus originales, y entre las que destacan las dirigidas a Unamuno, Darío, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, y ya en los años veinte Gerardo Diego y otros escritores de la generación del 27, además del grupo de cartas a su amor tardío Pilar de Valderrama, y el importante grupo de 39 cartas escritas durante la guerra civil.

¿Y qué nuevas informaciones aportan respecto a escritores alicantinos como Azorín?

Con Azorín, Antonio Machado mantuvo siempre una relación muy cordial y de gran admiración mutua. La publicación del libro "Castilla", en noviembre de 1912, impresionó notablemente a Machado, que dedicó a Azorín dos poesías memorables, "Desde mi rincón" y "Al maestro Azorín por su libro Castilla". También participó en el homenaje a Azorín en Aranjuez en 1913, junto con Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja y otros. Por su parte, Azorín dedicó a Machado su libro "Un pueblecito" (1916), que lleva la afectuosa dedicatoria: "Al querido y gran poeta Antonio Machado, su amigo Azorín." Todo eso son cosas bien sabidas. Lo que quizá ya no sea tan conocido es que Azorín fue de los pocos escritores a quien Antonio Machado -entonces recién trasladado a Soria- envío un ejemplar de su libro "Soledades. Galerías. Otros poemas (1907), dedicado "Al pequeño filósofo Azorín en prueba de admiración y simpatía".

¿Y sobre Gabriel Miró y Miguel Hernández?

Ni con Gabriel Miró ni Miguel Hernández tuvo Machado ninguna relación, que sepamos, aunque es seguro conocería sus libros y poesías en el caso de Miguel Hernández. Por lo que respecta a Gabriel Miró, apenas cuatro años menor que Machado, ambos publicaron sus primeras colaboraciones en la prensa casi a la par, y es curioso observar juntas las firmas de los dos escritores en aquella famosísima página literaria de "Los Lunes de El Imparcial", en los primeros años del pasado siglo. Respecto a Miguel Hernández, mucho más joven que Machado, es de suponer que leería sus poesías en las revistas poéticas de los años treinta, empezando por Revista de Occidente, donde colaboró asiduamente Machado, y especialmente en los años de la guerra civil, en que ambos poetas colaboraron en las mismas publicaciones (El Mono Azul, Ayuda, Hora de España, Nuestra Bandera...), además de coincidir en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en Valencia, en julio de 1937.

Antonio Machado... Un académico que jamás leyó su ingreso a la RAE debido a la guerra.

Azorín entró en la Academia en 1924, y Machado fue elegido académico tres años después, en 1927. Ambas elecciones tuvieron lugar en plena Dictadura de Primo de Rivera, y fueron muy azarosas, y hasta incluso un tanto rocambolescas, por lo menos en el caso de Machado. Respecto a éste, se enteró de su candidatura a académico por la prensa, y la frase que resume mejor su actitud fue la que expresó en carta a Unamuno, desterrado entonces en Hendaya: "Le agradezco su felicitación por mi nombramiento de académico. Es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca. Pero Dios da pañuelo al que no tiene narices." Machado nunca llegó a pronunciar su discurso de ingreso en la Academia, que quedó en borrador, y además inacabado.