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domingo, 1 de marzo de 2009
De cuervo en cuervo
De cuervo en cuervo (Diario Información/1 de marzo 2009.
10:51
Si existe una palabra enigmática, misteriosa, en la historia del cine, ésa es, sin duda, "Rosebud". Me refiero a esa voz agónica que Orson Welles puso en los labios de Charles Foster Kane en su lecho de muerte, allá en su mansión de Xanadú, y que dio lugar a la investigación y a la trama de una de las mejores películas del genial director americano: "Ciudadano Kane".
Si existe una palabra enigmática, misteriosa, en la historia del cine, ésa es, sin duda, "Rosebud". Me refiero a esa voz agónica que Orson Welles puso en los labios de Charles Foster Kane en su lecho de muerte, allá en su mansión de Xanadú, y que dio lugar a la investigación y a la trama de una de las mejores películas del genial director americano: "Ciudadano Kane". Descifrar el significado de esa palabra pronunciada al expirar era tanto como hallar el secreto de una vida o la razón de una muerte. Algo muy semejante pudo ocurrir los últimos días de marzo de 1942 en la enfermería del Reformatorio de Adultos de Alicante, cuando Miguel Hernández hizo llegar a su esposa, por medios clandestinos, una nota arrugada donde se leía: "Josefina... pregunta a don Luis qué pasa que no me trasladan. Será que no ha hablado con Máximo Cuervo..."
Sabido es que, por esas fechas, el poeta de Orihuela yacía postrado y consumido por la tuberculosis, atravesado por una cánula que le drenaba el pulmón y llagado como un personaje bíblico. Su remota esperanza se agarraba al prometido traslado al sanatorio antituberculoso de Porta Coeli, en Valencia, pero la orden oficial se había demorado por expresa voluntad de quien esperaba de él un arrepentimiento explícito y una manifiesta adhesión al triunfante Nacional-Catolicismo. En resumen, que su vida estaba en manos de la persona que le ofreció la salvación y la libertad a cambio de una "simple" renuncia. Y éste no fue otro que don Luis Almarcha, Vicario General de la Catedral de Orihuela, Procurador en Cortes por designación directa del Caudillo y Consiliario Nacional de Sindicatos. Su otro "salvador", el tal Máximo Cuervo, era el general Máximo Cuervo Radigales, Director General de Prisiones, militar perteneciente al cuerpo Jurídico del Ejército, Auditor del Consejo Superior de Justicia Militar y Presidente del Consejo Asesor de la Escuela de Estudios Penitenciarios. Encargado de diseñar la estrategia de represión en los primeros años de posguerra, había sido el autor, en 1939, del texto "Redención en las cárceles españolas", cuyo propósito "regenerativo y reintegrador de un ciudadano a su patria", pretendía el enderezamiento de un espíritu extraviado, el mismo propósito que movió a Luis Almarcha a tratar de rectificar el de Miguel desde su privilegiada posición.
La relación entre el canónigo y el máximo responsable penitenciario era estrecha y fecunda, y la prueba la hallamos en que otra de las facetas de Cuervo Radigales era su gran actividad católica. Entre los títulos que figuran en su amplio expediente cabe citar el de Miembro destacado de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (la ACNP), fundador y Director de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Vocal del Consejo de Administración de Editorial Católica y Miembro de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica. Según Moreno Gómez, autor del libro "Víctimas de la Guerra Civil", Máximo Cuervo "fue el inventor del turismo carcelario, del traslado continuo de presos de cárcel en cárcel, y el responsable del exterminio por hambre en las prisionesÉ". Duele recordar en este sentido que si a 31 de diciembre de 1939 la cifra oficial de encarcelados por motivos político-sociales ascendía en toda España a 270.719 reclusos, eran más de 140.000 los presos políticos que a finales del 1941 seguían llenando las cárceles españolas. De ellos, el promedio de fallecimientos diarios a causa de tuberculosis, fiebres tifoideas y otros procesos infecciosos alcanzaba cifras tan alarmantes que, como relataba uno de los jefes médicos de un penal de Segovia en los años cuarenta, se determinó "ignorar la gravedad de los procesos morbosos de los penados y de sus estados de desnutrición y hacer la vista gorda sobre su deterioro que indefectiblemente los conducía a la muerte. En vez de fusilarlos resultaba más práctico, económico y menos comprometido el dejarlos morir de forma "natural"".
Lo cierto es que tanto Máximo Cuervo, como el vicario Almarcha, estaban pendientes de que el poeta de Orihuela relajara su firmeza ideológica para decidir su salvación, y ello da pleno sentido a la carta que Manuel Guerrero, director del Reformatorio de Adultos de Alicante, dirige a Sánchez de Muniain, subalterno del general Cuervo Radigales y responsable del patronato Central para la Resolución de Penas por Trabajo (Dirección General de Prisiones), donde le informa del cambio experimentado por el recluso Miguel Hernández Gilabert: "Hoy se halla en crisis espiritual. Titubeante, ha rechazado hasta ahora los consuelos religiosos: pero hoy mismo me dicen que desea hablar con el padre Vendrell, S. J., de esta residencia. Desde luego no se encuentra en condiciones de escribir, aunque sea ganado por Dios". Sólo a partir de entonces y tras dejar resuelto su matrimonio, se comenzaron a mover las órdenes en favor de su traslado al sanatorio valenciano de Porta Coeli.
El próximo miércoles 4 de marzo se cumple, pues, el 67 aniversario de la citada ceremonia, es decir, de la boda católica de Miguel con Josefina Manresa, con quien ya le unía un matrimonio civil y un hijo de tres años. El acto fue oficiado por el capellán de la prisión, don Salvador Pérez Lledó, ante la presencia de Elvira Hernández y de dos reclusos que hicieron de testigos, Fausto Tornero y Teodomiro López Mena. "Apenas nos atrevíamos a mirarnos -señalaba la hermana del poeta-, ni a pronunciar palabra. Sentíamos sobre nosotros como un sonido mortificante la respiración entrecortada de Miguel, que miraba fijamente a Josefina, que nos miraba a todos con ojos inmóviles... Sólo se oían las palabras del capellán, pues fueron unos minutos solamente, habida cuenta del estado de Miguel". A partir de aquel momento, el poeta sabía que su vida quedaba en manos del Vicario y del Director General de Prisiones, pero no hubo tiempo a nada más. El poeta fallecía a las 5'30 horas de la mañana del día 28 de marzo de 1942 haciendo caso omiso de los múltiples gestos de misericordia y de caridad cristiana que le tendieron aquellos "benefactores" a quien Dios tenga en su gloria.
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